¡Y la Navidad ya está aquí!
A pesar de las fatídicas previsiones de los mayas, a pesar del difícil año que muchos de nosotros nos vamos a dejar a la espalda, a pesar de la incertidumbre que todavía nos envuelve… ¡es Navidad! Y estas fechas inevitablemente vienen acompañadas de emociones, sobre todo relacionadas con la esperanza, con las expectativas, emociones propias del frío invierno, cuando la tierra descansa y todo parece inmóvil.
Y para llegar a esta fecha, a esta espléndida imagen de la Natividad, del Belén que esta noche se completará con su pieza más importante, todos y cada de sus personajes, de sus estáticos espectadores han tenido que recorrer un camino.
Quizás el “juego” de las figuras de Reyes Magos, acercándolas poco a poco, día tras días, desde el lejano desierto hacia el pesebre, sea el mejor ejemplo de esa idea de camino recorrido.
Incluso Jesús nace en el camino, en un refugio improvisado, durante el viaje de sus padres, pacientes y llenos de esperanza, obligados a desplazarse hasta Belén para cumplir con el censo del emperador Augusto, pero con una misión celeste que los hace fuertes y seguros: un camino que va más allá de los deberes y obligaciones “institucionales”; un camino lento, al ritmo de los pasos de un burro, en la última luna del embarazo…
Y en el camino están también todos aquellos que, como los pastores, se sienten llamados a seguir esa Estrella que brilla allá arriba, para descubrir una Luz mucho más nítida y más resplandeciente en un pequeño e inocente recién nacido; un camino optimista, sereno, lleno de sorpresas, con una meta no geográfica pero bien clara en su corazón.
La metáfora, llegados a este punto, creo que es más que evidente: cada familia, como aquella de Belén, en el momento mágico e inolvidable del nacimiento de un hijo, cumple una etapa en un camino que comenzó hace mucho tiempo y que está destinado a continuar… Y se trata de un camino que implica no tan sólo a esa única familia: el nacimiento de un niño es una labor encomendada a toda la humanidad…
Y me detengo aquí, inmersa en el frenesí colectivo navideño, donde caminar se ha convertido en correr de aquí para allá, buscando el regalo de última hora, entregando trabajos antes de perder pie en este mar de fiestas, olvidando que nuestro cuerpo, al igual que la tierra en invierno, necesita tranquilidad y reposo, una pausa de reflexión y recogimiento…
A todos vosotros os envío un fuerte abrazo virtual y os deseo que viváis unas ¡muy Felices Fiestas!
¡Feliz Navidad a todos!