“M. nos ha invitado a cenar en su casa este sábado”, ha dicho ayer el padre de la criatura cuando ha llegado a casa.
“Ah… genial, hace mucho que no veo a su mujer y sus hijos”.
El padre de la criatura ha mantenido durante la cena una curiosa y extraña sonrisa…
Y hoy he descubierto el porqué.
He llamado a la mujer de M. para decirle que no se molestara en preparar el postre, que ya me encargaba yo. Y ha sido entonces cuando lo he sabido: resulta que desde hace una semana tiene una au pair en casa. Tiene 20 años, es de Dinamarca, sus piernas miden tanto como yo entera, es rubia natural, simpática y cariñosísima con los niños…
“Tú la tienes que ver, parece salida de una revista de moda…”, me ha dicho la mujer de M. “Piensa que mi marido me ha dicho que si le compro ropa nueva para parecer más joven y a todo lo que ella le dice le responde con una sonrisa de oreja a oreja”, me contaba por teléfono.
“Todos los amigos de M. quieren venir a cenar a casa para verla. Por la calle todos se paran y la observan de arriba abajo. Es un fenómeno de la naturaleza”.
Una servidora, que es muy previsora, ha estado esta mañana ojeando un “catálogo” online de au pair del mundo, por si un futuro se viese obligada a contratar los servicios de uno. Y ya ha individuado al paradigma de au pair que entrará en nuestra casa y formará parte de nuestra familia:
Se llama Isaac, tiene 24 años y es de California. Ha estudiado Literatura Inglesa y Escritura Creativa. Le encanta el deporte, entre ellos el surf y el fútbol, y el arte es una de sus grandes pasiones. Es un gran cocinero y adora trabajar con niños. Sueña con ser escritor y su ídolo es Ernest Hemingway.
Y, por si esto fuera poco, físicamente es otro fenómeno de la naturaleza, pero en versión masculina.