Normalmente me levanto tempranísimo para poder trabajar un poco y desayunar más o menos relajada antes de que el piccolo se despierte.
Hoy toca pasar el día fuera. Me visto rápidamente, sobre todo ahora que empieza a hacer frío. Me miro al espejo y sorprendentemente mi aspecto es absolutamente impecable (leáse: aceptable para pasar el día entre seres humanos de más de un metro). Inesperadamente no he sido absorbida por la vorágine típicamente femenina de insatisfacción que te inmoviliza frente a un armario abierto de par en par durante interminables minutos, mientras buscas una válida alternativa a aquello que la noche anterior te parecía el look más trendy y cool del siglo.
Me dispongo entonces a preparar los bolsos con lo ocurrente para pasar el día fuera de casa:
Bolso número 1: mi mochila, la cual contiene objetos más o menos identificados y no siempre aptos a menores de 18 años. Peso aproximado: 4,6 kilogramos: sólo las mujeres podemos confirmar que dentro de nuestros bolsos se esconde un mundo paralelo.
Bolso número 2 (comúnmente denominada LA BOLSA): dos cambios completos del niño (por si acaso), dos plátanos y un paquete de galletas que al final me terminaré comiendo yo, su cuchara, seis pañales (porque nunca se sabe), toallitas, baberos, un peluche, una cosa con forma de erizo de agua que si lo agitas emite una luz psicodélica al más puro estilo retro-discotequero, una botellita de agua, un cambiador, una toalla, un concesionario entero de coches de pequeño formato, pañuelos de papel, cualquier pieza de construcción y pinzas de la ropa (su obsesión del momento)… Peso aproximado: 5,6 kilos (o más… depende del día).
Justo cuando estoy terminando de preparar esta última bolsa, la criatura se despierta y reclama suavemente (leáse: gritando) su desayuno.
Después de su desayuno lácteo y del desayuno “galletil” llega el terrible momento de la Vestición.
El piccolo de más de dos años pertenece a la especie Odiovestirme y, como todos sabemos, el aumento del frío conlleva un aumento en el número de prendas de vestir, cosa que implica sistemáticamente un desgaste más que significativo de energía, sudor y tiempo.
El “producto final”, después de ponerle el body, la camiseta, el jersey, los pantalones con doble forro, los calcetines gordos, las botas y el plumas resulta tener una dimensión netamente superior a la precedente y un peso específico aproximado de más de dos kilos.
Una vez secado el sudor que me riega la frente, estamos listos para salir de casa, por fin. Dirección: el coche, que está aparcado a dos manzanas de casa.
La lluvia, que hasta hace pocos minutos era fina y silenciosa, ahora, justo en el momento en el que decido abrir la puerta de casa, se vuelve de repente un antecedente del diluvio universal.
Por lo que ahí estoy yo con las siguientes cosas en brazos: un piccolo, que esta mañana ha decidido que el suelo no ha de ser pisado, mi mochila llena de objetos triviales pero a la vez muy muy necesarios, la bolsa del niño con los cambios y los víveres, el erizo de mar psicodélico con el que el niño estaba jugando hace dos minutos pero que ahora, así, como por arte de magia, tengo yo en mis manos, las llaves del coche y un paraguas grande como una sombrilla de la playa abierto. Todo con un peso total de más de 25 kilos.
Y ahora os preguntaréis ¿cómo se logra abrir el coche con las llaves, meter las bolsas, sentar (posiblemente con delicadeza) al niño en su apósito asiento, ajustarle las cinturones de seguridad, girar alrededor del coche para entrar en el coche, cerrar el paraguas y poner en marcha el coche sin empaparse de los pies a la cabeza o estar al borde de una crisis histérica?
Yo sólo sé que cuando en días así me encuentro inmóvil delante de la puerta del coche, con los brazos llenos de bolsos, objetos e hijo en perfecto (casi siempre) equilibrio entre ellos, bajo una lluvia torrencial, siempre me hago la misma pregunta: ¿pero por qué nadie se ha tomado la molestia de organizar un curso sobre la “Gestión del transporte de un piccolo en condiciones meteorológicas adversas”? ¡Yo a un curso así me apuntaría en seguida!
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